sábado, 29 de marzo de 2014

San Francisco.

Estuve una semana conociendo San Francisco, California, y ahora recomiendo, a quien no haya ido, que vaya a visitarlo. Estas son mis razones:

Es una ciudad pro-bicicleta.   
La ciudad está diseñada para aprovechar la bicicleta como un medio importante de transporte: tiene vías dedicadas exclusivamente para su tránsito, hay muchas tiendas donde las alquilan, existe la cultura de su buen uso entre los ciudadanos y turistas, e incluso el ferry está adaptado para facilitar su movilidad.



¡No muy tranquila, pero pasé el Golden Gate en bici!




Es una ciudad incluyente.

Castro es el barrio tradicional gay y resulta muy placentero sentir que acá no hay lío con las diferencias. Y así como Castro, la ciudad cuenta con espacios que dan la bienvenida a todas las personalidades. Aunque para muchos esto parezca algo básico hoy en día,  hace falta verlo con otros lentes para darse cuenta que todavía resulta ser todo un lujo.



Es una ciudad que rinde tributo a la libertad. 

La cárcel de Alcatráz está cerrada desde 1963, pero es un plan ir a visitarla. Durante el recorrido se usa una audioguía, se reviven las situaciones inhumanas que transcurrieron allí con los presos, los criminales más temidos de Estados Unidos. Luego de recorrer sus instalaciones, ver la libertad de San Francisco al otro lado del mar y pasar un par de horas de encierro voluntario en la isla, se duplica el placer por la libertad. 







Es California y el vino es el rey. 
¡A solo una hora está Napa Valley y allí el Cabernet Saugvinon es quien manda! Una de las mejores producciones de este vino está en este rincón del planeta. Hay visitas a los viñedos que incluyen catas para todos los presupuestos. Una experiencia deliciosa.










Por Fishermans Wharf.
Porque es un sitio turístico clásico. En la bahía, este corredor atestado de casetas con comida de mar es una mezla de colores, aromas, formas y novedades, que se mezclan con turistas y residentes. Al fondo se divisa el mar azul salpicado de botes blancos, algunos días bajo un cielo azul y otros bajo la famosa neblina que cubre la ciudad. 






Por Pier 39. 
Porque se pueden pasar largas horas viendo cientos de focas que pelean, juegan, gritan, salpican y ¡no paran de moverse!  Frente a esta imagen de naturaleza, contrasta la ciudad clásica de edificios y vida urbana.




Porque es una ciudad que le apuesta a la ecología con orgullo. 
Hace poco leí que San Francisco dejaría de vender agua embotellada y a cambio, la sugerencia era que cada persona llevara su propio empaque que podría rellenar con agua en las estaciones que se pondrían a lo largo de la ciudad. Da alivio pensar en la cantidad de plástico que dejará de ponérsele al planeta encima, y ¡me da afán de hacer algo para eliminar las botellas plásticas en mi casa ya!

La ciudad también cobra por las bolsas plásticas en los supermercados, una medida que obliga a llevar su propio método de empaque reutilizable, si no quiere que de mercado en mercado y centavo en centavo, se le vaya innecesariamente una buena parte de dinero. 

Y hay tiendas como esta, que me encantaron: cada quien va con sus tarros de jabón de manos, shampoo, detergente, crema de manos o lo que sea, y los vuelve a llenar aquí, sin necesidad de comprar y comprar productos cada vez y de hacer de la casa un altar al plástico. 


Sin duda, la lista de cosas positivas acá no termina: los museos, el Golden Gate Park, el amor a los perros -sobre todo a los "sin raza"-, china Town, el transporte y en fin... La recomendación es ir a vivirlo.  


Puntos negativos: es una ciudad costosa (hospedaje, comida, distracciones), el barrio donde se hospede define radicalmente su experiencia como turista, y es triste encontrar un alto número de habitantes de la calle.